Comentario
A propósito de la arquitectura pintoresca, hemos podido notar que las construcciones ambientadas y una artificiosa búsqueda de la vivencia de la naturaleza a través de la escenificación de ésta son una vía primordial en las innovaciones del arte romántico de la edificación. También el paisaje pintado es un género que adquiere un relieve muy especial en el contexto del arte romántico, no sólo por el número de sus cultivadores, sino incluso porque ha llegado a interpretarse, y no sin razones, como elemento sintomático de las intenciones estéticas de aquel período. Ph. O. Runge, que nunca pintó paisajes propiamente dichos, afirmaba, sin embargo, que las nuevas aspiraciones del arte tenían por horizonte la pintura de paisaje, que fue, ciertamente, el objeto de cultivo artístico que conoció las transformaciones más diligentes.Aunque se trate de una vertiente muy significativa de los hábitos artísticos del 1800, un intento de caracterización del paisaje romántico frente a otras tipologías del paisaje es un ensayo arduo al que esperan conclusiones inciertas. El paisaje romántico está constituido en realidad por manifestaciones de muy diverso tipo y no equiparables entre sí. Esto no es una hipótesis de trabajo, sino una tesis avalada por quienes consideran la necesidad de respetar objetivamente la importancia de los desarrollos independientes de los artistas que transformaron el género. Pensemos que el paisajismo romántico no afecta por igual a todas las escuelas nacionales, sino fundamentalmente a las pinturas británica y alemana. El proceso de desarrollo del paisajismo en las diversas escuelas locales, por lo demás, no es unívoco, y la procedencia de los modelos no es única.Conceptos como los de lo sublime, lo fantástico y otras categorías estéticas que tienen valor interpretativo en esta época, nos ayudan a orientamos en las propuestas artísticas del Romanticismo histórico en relación al paisaje, pero hemos de ser conscientes de la importancia no ya de sus tipicidades, sino igualmente de sus transformaciones y alteraciones en una compleja trayectoria. Consumado este exceso de insoportable didactismo que el lector me sabrá disculpar, querría que invirtiéramos estos mismos argumentos y buscáramos un ejemplo cuya romanticidad nadie pudiera poner en duda. Un paisaje romántico típico, dirán muchos, tampoco es tan difícil de encontrar. Ciertamente, pero la pregunta es si la lectura del paisaje romántico se agotaría en sus ejemplos típicos.